Los mensajes y actuaciones contradictorias, no solo no educan, sino que restan
LUISA PERNALETE | EL UNIVERSAL
martes 30 de abril de 2013 12:00 AM
Tomo prestado el título de un libro de Manuel Segura SJ (Segura, 2005). Me gusta ese libro y me gusta su título. El Padre Segura no dice que esta misión sea algo fácil, pero afirma que tampoco es imposible, y me parece pertinente que tratemos este tema en estos momentos que vive el país, la violencia y la polarización reinante puede hacer pensar que "no hay nada que hacer".
En las escuelas sabemos que no es fácil, pero sabemos también que es nuestra principal tarea. No es fácil porque educar para la convivencia pacífica supone mucha paciencia y mucha coherencia. No se aprende a convivir en paz por celebrar el abrazo en familia una vez al año, o por decorar el aula con palomas de la paz. Es un trabajo de todos los días para que el niño y la niña se acostumbren a respetar al otro, para que puedan ver que siempre hay varias soluciones a los problemas, para que desarrollen su capacidad de pensar antes de actuar.
Paciencia, perseverancia. Desde que nace el niño y todos los días hasta que tenga conciencia autónoma. Sentidos bien afinados para poder escuchar al otro. Marco ético para rechazar la violencia venga de donde venga, y rechazarla siempre -no hay violencia buena y violencia mala, toda violencia es mala.
Expresar sentimientos
Paciencia, perseverancia y herramientas. No basta con proclamar la paz todos los días, se necesita saber resolver las diferencias por vías pacíficas, manejar adecuadamente las emociones y sentimientos, esto es, expresar lo que sentimos para que no se vuelvan resentimientos, que abren heridas y amargan la vida, también es administrar la rabia -no es no ponernos bravos sino evitar reaccionar de manera violenta y desproporcionada. Eso vale para el padre y la madre, y vale para el educador... y vale para el dirigente político, puesto que estos también educan al tener el poder para influir en otros. Quien tiene poder para aparecer cada rato en la televisión, tiene poder para modelar y eso lo convierte en educador o en des-educador.
Se necesita coherencia, mucha coherencia, pues los mensajes y actuaciones contradictorias, no solo no educan, sino que restan. Si usted aspira que sus hijos sean amorosos, trátelos con amor, si quiere que no sean gritones, no les grite. Si quieren que le respeten, respete usted primero porque tiene como padre, madre o educador, más autoridad -más poder - que ellos. Eso vale también para el gobierno. Si habla de diálogo, dialogue, extienda la mano primero. Si no le gusta su eco, cambie su discurso, como dice Lay Ribeiro. Si cree en la paz, actúe pacíficamente.
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