(CIRILO SALAS) Según la mayoría de las mediciones de opinión realizadas en los últimos meses el tema de la "situación económica" pasó a ser el que acapara la atención de la mayoría de las y los venezolanos. Incluso muy por encima de la "inseguridad", que ya es decir bastante. Posterior a la medida gubernamental de "devaluación de la moneda" en cuarenta y ocho puntos porcentuales (48 %) del cambio oficial y luego en un doscientos por ciento (200%) en el "dólar subasta", aunado a la siempre galopante inflación y a los seiscientos puntos porcentuales (600 %) de diferencia entre el dólar oficial y el llamado "dólar mercado negro", al cual acceden una significativa cantidad de comerciantes para traer productos al mercado nacional, se ha configurado un cuadro en la economía nacional que vale la pena no perder de vista.
No hay que ser un erudito en materia de economía para saber que: Para un país que importa cerca del setenta por ciento (70 %) de lo que consume, la categoría "consumo" empleada en estricto sentido de la economía política clásica, que no se refiere sólo a los alimentos sino al acceso a todos aquellos bienes y servicios necesarios para el desarrollo gratificante de la vida, tener una banda de fluctuación tan ancha en el precio de la divisa requerida para tales fines es un problema mayúsculo, por dos razones esenciales; En primer lugar, toda devaluación impacta automáticamente en la estructura de costos de los bienes que se obtienen en el exterior y en segundo porque la confianza en la moneda local se desvanece, recordemos que el valor de una moneda como instrumento de cambio es básicamente un "acto de fe", al desaparecer esta confianza el ahorro interno desaparece con ella y se crea una demanda extraordinaria de bienes que "protejan" el valor del trabajo de las personas, aquí aparece el fenómeno del alza inevitable en el Índice de Precios. En el actual caso venezolano este índice se ha triplicado para casi todos los renglones, exceptuando aquellos que se encuentran en las redes de abastecimiento del estado, cuyo costo sólo se ha incrementado en la proporción de la devaluación de la moneda y se mantienen ajenos al fenómeno inflacionario.
Que sucedieran estos fenómenos en nuestra economía a partir de la devaluación de febrero era predecible, al menos para la dirección política de la revolución debió serlo, por lo tanto debió ser una suerte de "riesgo calculado", a los fenómenos meramente económicos debió también preverse la respuesta a la presión social generada por la pérdida del poder adquisitivo de la población en general, que se traduce de inmediato en solicitudes de incrementos salariales, pensiones, aumentos en los presupuestos públicos, entre otros; uno se pregunta entonces ¿para qué?... ¿Para qué entrar en este círculo vicioso del malestar de las economías?... La respuesta es sencilla, la moneda nacional tiene un tipo de cambio fuerte, aún lo es así, planteado de manera arbitraria y no de acuerdo con el tamaño de nuestra economía, esto se traduce en la posibilidad real de brindar a una gruesa parte de la población bienes y servicios a precios muy bajos, aquellos que se encuentran en las redes de abastecimiento del Estado, a una salud subsidiada y por ende a mantener la política social de la revolución en el tiempo.
El problema es que el ajedrez de la política y la economía no se juegan solos, nuestro país transita actualmente un proceso político que no es grato para las grandes potencias capitalistas y menos grato aún para la única super potencia imperial norteamericana, sería ingenuo pensar que la situación actual en el ámbito económico solo se debe a la devaluación de nuestra moneda frente al dólar y algunas medidas macroeconómicas. El terreno de la economía es el suelo fértil donde crecen y se desarrollan las mayores conspiraciones de los EEUU a la hora de sabotear y derrocar gobiernos de corte progresista, fue así en Chile, Nicaragua, Cuba y pare de contar, la historia contemporánea está llena de pruebas que señalan las agresiones norteamericanas. Quien dude de ello no es sólo un simple escuálido opositor, es también un tanto analfabeta funcional por decir lo menos. Conscientes de esta realidad y que en ella operan intereses de grupos empresariales de la burguesía opositora, que juegan a la desinversión y el acaparamiento, cada movimiento debe ser minucioso, porque el objetivo ulterior de la "guerra económica" es dejar al país administrando una precaria "economía de guerra" que impacte negativamente en el ánimo y la moral de la población.
Si estamos en un camino cierto de cambios transformadores debemos actuar en consecuencia, abandonar la cultura rentista es una tarea pendiente, verbigracia devaluar la moneda para contar con mayor liquidez a la hora de cumplir con los compromisos internos y preservar mayores divisas para los compromisos externos, en palabras de Ernesto Guevara es pretender hacer "socialismo con las melladas armas del capitalismo", debe abandonarse el "cortoplacismo", valga el término, que nos inculco el capitalismo, donde se creó la ilusión de que todas las respuesta pueden darse "ahora", "ya", y apostar verdaderamente a la construcción de la Venezuela potencia, es decir, industrializada, productiva, con infraestructuras agrícolas que creen las bases para el desarrollo sustentable, socialmente culta y económicamente justa. Esta revolución debe arriesgarse a pensar más en las futuras generaciones y menos en las próximas elecciones.
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