Páginas que tengo en inetrnet

lunes, 14 de mayo de 2012

EL MITO.

Definamos lo indefinible, esa sustancia mágica y maleable de que está hecha la fábula. Algunas historias claras y exactas vagan desde lo remoto en la memoria de los hombres como un destino ejemplar. Mientras más avanza en profundidad el conocimiento, mientras más se complica la noción de las cosas y de sus relaciones, más parecen poder compendiarse y confundirse en aquellas consejas que van resultando extraordinarias. Son esencialmente símbolos y símbolos inagotables, casi como una cifra que abarca y ordena. EL MITO es una ciencia previa a la que regresa, después de un largo vagabundeo verificador, la reflexión. Es un vasto espejo donde el mundo se mira entero y como en otra orilla. Allí está Narciso, que se enamora de sí mismo tras un cristal de agua. Narciso, que parecía tan simple, tan poético, tan gratuito, tan imagen fugaz, y ya su agua temblorosa se va haciendo minucioso tapiz de la vida humana y de su más oscura ansia. El arte, la ciencia, la religión, no son sino el disimulado amor del hombre por sí mismo; la creación estética es la emocionada confesión de nuestra propia belleza; el rigor científico es un arma de nuestro poderío; el sentimiento religioso es la forma de nuestro anhelo de inmortalidad y del orgullo de ser los hijos predilectos del Todopoderoso. Acaso tocados de otra gracia imprevista quedarían Miguel Ángel, San Pablo y Aristóteles si como esencia de sus vidas hubiesen alcanzado a ver la tierna figura de Narciso enamorado de lo que no estaba en el agua. Mucho cabe en el hueco de esa figura, casi tanto como se puede imaginar y más , y también por aquí caemos en otro mito anchuroso, el del aparente tonel que lo infinito no alcanza a llenar. El mito es un apólogo cuya moraleja es el hombre total. Y aquí está Edipo aguardándolo con su prodigiosa cauda de símbolos. El simple Edipo, que está hecho como para una velada de pastores, de gente gustosa de lo extraordinario, preciso, y con el que todavía no han acabado la muchedumbre de generaciones de investigadores, de zapadores, de capitanes aventureros de la inteligencia y de sus islas. Edipo es un ser que cree venir de lo claramente conocido y viene del misterio absoluto. Como el hombre. Que huyendo del oráculo mágico va ciegamente a ejecutarlo. “Matarás a tu padre. Te desposarás con tu madre”. Aquel anciano desconocido a quien en defensa propia has dado muerte en una encrucijada, aquella idea, aquella forma, aquella costumbre, ése es tu padre. Después hallarás nueva y como premio de victoria aquella entraña a la que ya estabas unido y pertenecías más que a cosa alguna en el mundo. Lo monstruoso no nace del crimen mismo, sino de su noción. El monstruo no es Edipo rey, feliz y poderoso. El monstruo es aquella fiera quejumbrosa y ciega que él ha hecho con sus propias manos y ha puesto a andar por los caminos. El monstruo es Yocasta colgada. Antígona sobrehumana y excesiva. El monstruo el que ya no ve lo real. Edipo o Tiresias. El que se ha adelantado o ha deshecho la obra de Dios para la suya, el que no supo comprender a tiempo las hondas señales de sus pies que tocan la tierra. Pies de barro. Tal vez esté allí, como tantas otras veces lo ha estado, la clave de nuestro destino. Nuestra noche podría acaso iluminarse de manera definitiva con la clara visión reveladora de Narciso o con la imagen asombrosa y justa del tebano y su combate, lo que ansiosamente perseguimos y buscamos, puede estar desde lo remoto con nosotros olvidado, y ésta sería otra historia simple y ejemplar, mito de los venideros tiempos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

POR FAVOR REALIZA UN COMENTARIO SERIO