FUENTE: Revista EDUCARE, Volumen 14, Número 3, Septiembre-Diciembre 2010. ISSN: 2244-7296
En estos momentos donde se hace necesario una educación más integradora, también se requiere de docentes que estén preparados para llevarla a cabo a partir de una postura más humanista, pues desde los postulados de Rogers (1978), el docente debe ser un mediador de la capacidad potencial de autorrealización de los estudiantes, entonces sus esfuerzos didácticos estarán encaminados con la finalidad de fomentar el autoaprendizaje. Es por eso, que el docente como mediador y humanista, debe desarrollar las capacidades de aceptación y comprensión hacia los sentimientos de los estudiantes de una forma cálida, respetuosa e incondicional, donde el común denominador sea el respeto por la persona, como seres con necesidad de convivir con el otro de forma armónica. Importa destacar que para Maturana (1997: 30), “educar se constituye en el proceso en el cual el adulto o niño convive con otro y al convivir con el otro se transforma espontáneamente…”. Transformación que se da desde un convivir con el otro al compartir espacios donde predomina el respeto y la aceptación. Por lo tanto, el docente de Educación Especial, tiene la gran tarea de hacer que los niños, niñas y jóvenes convivan con el otro en la Transformación del hacer docente de Educación Especial desde una relación dialógica y amorosa. Yarinés Perdomo y Yuraima Matos (pag.109-122 )
medida que comparten e interactúan valores, aprendizajes, experiencias, que los lleve a aceptar sus potencialidades y debilidades con respeto por sí mismo y por el otro.
Se trata entonces, resaltar que la educación es un fundamento para desarrollar las destrezas emocionales en el educar, siendo ello el valor significante de la dimensión humana.
Al educar no se puede dejar a un lado el componente emocional tanto del que enseña y del que aprende; solo y a través de la interacción con el otro es como se logra la autorrealización del ser. En tal sentido, el docente de educación especial, según Giménez (2007), debe demostrar su sensibilidad impregnada de un potencial creativo hacia el logro de acciones educativas desde una perspectiva humanística y sobre todo con una actitud emocional positiva que genere optimismo, entusiasmo y compromiso social para cambiar y transformar la realidad.
Bajo la mirada de educar en la convivencia se constituye también educar en el amor, pues para Maturana (1997), el amor constituye la tarea educacional la cual debe realizarse mediante la aceptación de la legitimidad del otro en convivencia. Desde esta mirada, la prioridad la constituye la formación del ser del niño, niña y joven de educación especial, cuyo foco principal es el hacer; así, en la acción docente se debe potencializar el hacer mediante la reflexión individual, para que estos estudiantes puedan desarrollar la autonomía, su creatividad y sus potencialidades como seres especiales que requieren mayor dedicación y amor. Maturana (1997) al igual que Villarini (2006), coinciden que el docente debe propiciar espacios educacionales acogedores, amorosos, de reflexión y de responsabilidad que promuevan en los estudiantes la transformación de la comunidad y el entorno natural al que pertenece.
Desde la postura del amor planteada por Maturana (1997), se abre un espacio de interacciones recurrentes con otro en el que su presencia es legítima sin exigencias, lo cual posibilita una acción docente fundamentada en valores, deseos y aspiraciones que mediante la convivencia y comunicación docente-estudiante y estudiante-docente se propicia la formación integral del ser dentro de un continuo humano, donde la educación formal e informal sea capaz de crear condiciones que permitan a cada uno, ser ciudadanos serios, responsables y sobre todo felices. Transformación del hacer docente de Educación Especial desde una relación dialógica y amorosa.
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Ahora bien, esta práctica amorosa que debe propiciar el docente de educación especial en los espacios de aprendizajes, debe, como señalan Rojas y Valera (2007), más allá de ser concebida como un estudio o trabajo dirigido, sistematizado, ser una condición natural, intrínseca de la (el) maestra(o), que puede verse reflejada en cada mirada, gesto, actitud, trato, tono de voz; asumida en las distintas actividades programadas, lo que le imprime significación y trascendencia personal en lo que hace, además de promover el clima adecuado para que estos niños y jóvenes puedan valorar lo que hacen.
El educar no es sólo un acto pasivo, transmitido, sino creativo, transformador y responsable. Es la integración entre el sentir, el actuar y que según De la Torre (1998), no es más que educar visando la restauración de la entereza en el sentido de colaborar para la construcción del ser humano como templo de la integralidad, donde el pensamiento, emociones y sentimientos están en constante diálogo. De acuerdo con Maturana (1997), se requiere colocar de manifiesto la libertad reflexiva y confianza del docente en las capacidades del estudiante. Esta confianza se promulga en el mismo estudiante cuando el educador lo convierte en un acto armónico dentro y fuera del contexto áulico.
El docente de educación especial puede contribuir en la formación de sus estudiantes, “cuando vive su tarea educacional desde su propia capacidad de hacer desde su libertad para reflexionar acerca de su quehacer desde el respeto por sí mismo, haciendo lo que enseña” (De la Torre: 23). En este sentido, la acción docente primeramente debe estar fundamentada en el proceso dialógico propuesto por Freire (1997), que no es más que el conocimiento del contexto tratando de ver y reconocer la realidad del otro, que son los estudiantes, creando puentes entre lo emocional y racional para que de esta manera juntos puedan alcanzar la transformación del contexto donde se vive, así la acción docente se hace de la palabra y de la practicidad de la palabra.
El hacer del docente de educación especial, debe crear las condiciones que guíen y apoyen al estudiante especial en su desarrollo y formación integral general; pues se trata entonces de, enseñar a vivir en el autorrespeto y respeto por el otro, el transformar las necesidades en habilidades y potencialidades para alcanzar la adaptación, la inclusión y transformación de la esfera comunitaria donde el estudiante vive y convive. De ahí la premisa de propiciar ambientes que inviten a interactuar al niño, niña y joven como a su familia, Transformación del hacer docente de Educación Especial desde una relación dialógica y amorosa.
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experiencias de aprendizajes significativas y relevantes en un mundo más humano, de respeto, de convivencia plena y amorosa, desde una perspectiva dialógica.
Gráfico 1. La Acción Docente Humana- Amorosa.
En el gráfico anterior, se presenta la acción del docente especial desde una postura humana que fomenta el convivir y el amor para alcanzar el desarrollo integral del estudiante especial, a través de la dialogicidad en el proceso de enseñar y aprender; donde el educador en todo momento debe tomar en cuenta el contexto socio-educativo del aprendiz para potenciar el ser y el hacer, la integración entre el pensar y el actuar. De tal manera, que el docente especial, logre en el estudiante su adaptación, inclusión, apropiación y transformación del espacio social-cultural donde vive y participa de forma armónica.
Desde esta perspectiva transformadora del hacer del docente de Educación especial, se espera que se genere un reflexionar constante sobre la tarea de enseñar, aprender e interactuar con los niños, niñas y jóvenes especiales, que precisan de la atención y orientación de personas abiertas a las distintas necesidades y potencialidades de estos niños. Cabe indicar a Freire (2005), cuando expone “no hay diálogo si no hay un profundo amor al mundo y a los hombres”, sentimiento este que viene a constituir el motor que impulsa una comunicación autentica basada en el dialogo, esencial en el compromiso y el reconocimiento legitimo de los otros. De allí la necesidad de docentes, que sean capaces de auto revisarse y reflexionar de su quehacer diario, donde valoren la importancia y trascendencia de su práctica docente, que por ser humana, es profundamente formadora.
Esta tarea de reflexionar el acto educativo conduce a los docentes a revisar desde su manera de actuar y ser con los niños, niñas y jóvenes, como el arte de educar y crear espacios relacionales entre ellos. No obstante, es de señalar que el docente tiene diversas funciones que cumplir: docencia, administrativas, sociales e investigativas, pero ante todo tiene que saber que su principal función consiste en estar ganado para la gran tarea que le imprime el ser educador, con gran carisma, cultivador desensibilidades, y como señalan Rojas y Valera (2007) dispuestos a amar y dejarse amar, con capacidad de entrega personal a su profesión, al acto de enseñar y, sobre todo, a sus niños y niñas.
Desde este reflexionar, se espera que los docentes propicien una educación pedagógica, en donde se considere lo cognitivo con lo emotivo, que favorezcan la formación integral de los niños y niñas especiales, su proceso de liberación y autonomía, con disposición al diálogo, abierto a relacionarse con el otro, respetuoso de las diferencias entre los mismos. Asimismo, considerar sus sueños y esperanzas, su creatividad e innovación desde una relación dialógica y amorosa, que fortalezca el crecimiento y realización de estos niños, niñas y jóvenes especiales.
Se espera que el docente desde una postura crítica y reflexiva asuma el compromiso de discernir y mantener, por un lado, coherencia entre lo que se dice y lo que se hace dentro de la práctica pedagógica y, por el otro, seguridad en lo que se sabe, y reconocimiento de lo que se ignora dentro del proceso de formación. Aspectos estos relevantes para una educación que dé Transformación del hacer docente de Educación Especial desde una relación dialógica y amorosa.
Yarinés Perdomo y Yuraima Matos (pag.109-122 )
respuestas a las necesidades e intereses de sus estudiantes cónsonas con la realidad educativa del país.
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